CDMX . México - Miércoles 10 de marzo - 7:41 pm - Dr. Alberto Arriaga
Mientras recorro el largo corredor de mi casa, entre mi lento y encorvado caminar, mi voz marchita y mi cabello blanco y escaso, reflexiono sobre algunas experiencias de todos estos años de mi vida. De pronto mi pequeño nieto de 10 años corre a mis brazos y exclama emocionado:
- ¡¡Abuelo… cuéntame esa historia otra vez¡¡
Y es que los que vivimos en carne propia aquellos lamentables sucesos de la pandemia por COVID 19, que tuvo su impacto en el año 2020, un año trágico y devastador, con un inesperado rebrote de la enfermedad a inicios de 2021, somos el fiel testimonio de cómo la humanidad pudo superar aquella terrible situación.
Tomé de la mano a mi nieto y expresé:
- Claro que si hijo, vamos a la sala, ¿Estás listo para volverla a escuchar?
- Listo abuelo, arráncate.
- Esta historia empieza en un mundo donde las personas se habÃan olvidado de vivir entre sÃ. VivÃamos en una era donde la tecnologÃa nos habÃa invadido por completo, la industria avanzó a pasos inimaginables, más allá de lo que pudimos haber planeado. TenÃamos todo en un solo lugar, en un aparatito que cabÃa en la palma de tu mano. Entonces descubrimos que las familias dejaron de comunicarse, dejaron de convivir aun estando frente a frente. SolÃan vivir con la mirada fija en una tableta o en un celular, esto era realmente entristecedor. Los lazos importantes de la vida se rompieron, nuestros niños ya no jugaban en los parques porque preferÃan mover las teclas de una computadora, con juegos que probablemente atentaban su bienestar. La contaminación era más insaciable cada vez, con una fauna en declive y nuestras plantas y árboles en destrucción masiva. En las grandes urbes ya no podÃamos ver las estrellas. VivÃamos tan de prisa que llenamos las calles con el ruido del motor y del claxon de nuestros vehÃculos. Lastimamos nuestras áreas verdes, construimos edificios sobre ellas hasta que quedaron reducidas, llenamos de basura nuestros océanos y de humo de tabaco nuestro oxÃgeno. Era un mundo de desigualdades e injusticias, con mascotas bien vestidas y alimentadas, pero niños en el abandono, sin techo ni sustento. Una sociedad sumamente ocupada en todo menos en la convivencia familiar. Donde cada dÃa aparecÃa una nueva religión, pero se nos habÃa olvidado el verdadero temor de Dios. Una era donde las grandes potencias mundiales disputaban a toda costa su hegemonÃa. ¿Recuerdas qué significa hegemonÃa?
- Claro que si abuelo, es como cuando mi abuelita dice que ella manda aquà en la casa. Ya la he visto cuando se enoja porque no te paras a comer por estar viendo tus noticias. Pero continúa abuelo, continúa.
- Si, mejor continuemos. Inesperadamente, el 2020 sacudió al planeta entero. Incendios, inundaciones y dos paÃses que intentaban dar inicio a la tercera guerra mundial, una guerra que hasta el dÃa de hoy no ha ocurrido, por eso en tu chip electrónico de historia universal que te dieron en la escuela, únicamente aparecen las dos guerras mundiales del siglo pasado. No le
entiendo a esos dispositivos, en mis tiempos eran libros impresos, esos ya ni se ven, por ahà he de tener algunos guardados.
- Abuelo, a mà no me gustarÃa presenciar esa guerra nunca.
- Eso no pasará, tienes que ser siempre un hombre de fe. Los dÃas avanzaron y de repente un virus se cruzó entre nosotros. La peor noticia en muchas décadas, pues en cuestión de semanas habÃa invadido a los cinco continentes. Los cientÃficos dijeron que venÃa de China. Nuestros gobiernos nos alarmaron y nos obligaron a quedarnos en casa. Mientras estábamos resguardados, la gente redescubrió el valor de vivir, volvieron a sonreÃr y a hablar entre ellos. Recordaron la importancia de agradecer y comenzaron a llamar a sus familiares cercanos. Mientras tanto, los autos se guardaron, los aviones ya no volaron, las fábricas minimizaron su trabajo y la escuela era a través de pantallas. Entonces, los cielos comenzaron a despejarse, la tierra empezó a respirar, nuestras playas se empezaron a limpiar, nuestros animales salieron gustosos e invadieron nuestras calles, sin duda la naturaleza reclamaba su espacio. En los hogares, las familias empezaron a ocupar su tiempo; algunos leÃan, otros aprendÃan algún instrumento, otros cantaban y otros más cocinaban. El encierro no fue fácil, algunos tenÃamos que salir a trabajar. Repentinamente más noticias malas llegaron. El virus estaba ganándonos la guerra, gente fallecÃa por doquier, nuestros médicos y enfermeras comenzaron a perder esa lucha. Y lo peor, vi partir a muchos amigos y seres queridos.
- ¿Abuelo Estás llorando o se te metió una basurita en los ojos?
- Si hijito, estoy llorando, debes saber que los hombres también lloramos y a veces recuerdo a tantas personas importantes para mÃ, que no libraron esa pandemia.
- ¿Ahora viene la parte que tú viviste?
- Asà es, también enfermé, el virus me alcanzó. Recuerdo la cena de fin de año en 2020, con tu abuelita, tu papá y tus tÃos. Una celebración diferente, habÃa luto en muchos hogares, habÃa angustia e incertidumbre, pero también habÃa esperanzas, tenÃamos nuestra confianza puesta en el nuevo año, en que serÃa un inicio diferente. Lamentablemente los casos volvieron a aumentar. Y el 9 enero de 2021, una fecha que no he olvidado, inicié con sÃntomas fuertes y prueba positiva, dÃas después me hospitalizaron y los médicos me diagnosticaron un cuadro severo que ponÃa en riesgo mi vida, pero tenÃa que sobrevivir, mis hijos eran apenas unos niños. Asà que luché a diario contra la enfermedad para salir de esa cama de hospital y recuperarme. Además, antes de ser hospitalizado, le prometà a tu abuela que pondrÃa todo mi empeño por ganar esa batalla y que un dÃa le contarÃa esta historia a mis nietos. Y aquà me tienes, arrugado y viejo, pero respirando. ¡¡Gloria a Dios por eso!!
- ¡¡Gloria a Dios Abuelo!!
De pronto se escucha una voz desde la cocina:
- ¡Varón ¡¿Dónde estás? Ya nos vamos.
- Acá estoy papá, en la sala con papá abuelo, me está contando una historia. Sigue, sigue abuelo.
- Estábamos tan acostumbrados a recibir malas noticias que empezamos a ver hacia adelante. Esperanzados y con fe, las buenas nuevas se avecinaban. Asà que llegó el dÃa en que encontramos la cura, las mejores mentes a nivel mundial se reunieron y lo lograron. Vacunas poderosas se esparcieron por todo el planeta y vencimos al virus. Cuando esto pasó y se nos permitió regresar al exterior, todos preferimos quedarnos con el nuevo mundo a diferencia del que habÃamos construido por vivir erróneamente. Olvidamos nuestros viejos hábitos y aquellos vicios. Nuestra
arrogancia se extinguió. Dimos paso a nuevas maneras de relacionarnos entre nosotros, fuimos más agradecidos, más amables y más humildes.
- Oye abuelo, entonces ¿por qué fue necesaria la llegada de un virus para que la gente entendiera todo eso?
- Verás hijo, a veces es necesario atravesar por dificultades de la vida para poder crecer como personas, a veces es necesario enfermarse para después sentir alivio, es un dolor que no todo ser humano está dispuesto a enfrentar, le llaman la piedra angular del crecimiento espiritual. Ahora ayúdame a levantarme de este viejo sillón rojo porque ya me dieron ganas de hacer pipÃ. Y tú alÃstate que ya casi se van.
- Claro, dame tu mano.
- Y recuerda, hoy por la noche cuando te acuestes, sueña con el futuro y en todo lo que un dÃa podrás lograr. Porque desde aquel entonces han sucedido grandes y maravillosas cosas en nuestro mundo, pero esta es la historia de cómo todo empezó en aquel inolvidable 2020.
- Me gusta mucho escuchar esta historia, gracias por contármela de nuevo. Te quiero mucho abuelo.
- Y yo te quiero más hijito.
FIN
En memoria de todas las vÃctimas de COVID 19 acaecidas desde el año 2020, incluyendo familiares y amigos, y con profundo respeto para las familias enlutadas, el personal de salud que sigue al pie del cañón y los pacientes que están luchando en estos momentos por sobrevivir a la enfermedad. Las buenas noticias han llegado y con ellas la vacuna. Tengamos fe. Vamos a lograrlo.
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